El jefe lobo (Akela) observa : la
ley de la selva ordena que, en caso de ponerse en tela de juicio el derecho que
un cachorro tiene a ser admitido por la manada, deberán defenderlo, a lo menos,
dos miembros de ésta, que no sean su padre o su madre.
Ut
supra esta el respaldo o backing sirve para darle superioridad a la garantía o
warrant ya que es lo que dice la ley de la selva y esto apoyara a las razones
que son la garantía de la pretensión.
puede ser muy útil para ustedes
en la caza, cuando sea mayor. Ya Baloo habló en su defensa. Pues bien: a lo que
él dijo, añadiré yo la oferta de un toro cebado, acabado de matar a poca
distancia de aquí, si aceptan al cachorro humano de acuerdo con lo que dice la
ley.
Aquí
observamos la garantía, warrant ya que muestra un argumento a raíz de los
hechos,
Favoreciendo el paso de un
enunciado a otro.
¡Yo hablo en favor del cachorro!
No puede hacernos ningún mal. No soy elocuente, pero digo la verdad. Que corra
con la manada y que se le cuente como uno de tantos. Yo seré su maestro. fueron
las palabras del oso que junto con lo que agrega la pantera:
-Es
una vergüenza matar a un cachorro desnudo. Por lo demás, puede ser muy útil
para ustedes en la caza, cuando sea mayor. Ya Baloo habló en su defensa. Pues
bien: a lo que él dijo, añadiré yo la oferta de un toro cebado, acabado de
matar a poca distancia de aquí, si aceptan al cachorro humano de acuerdo con lo
que dice la ley; forman la garantía warant ya que muestra un argumento a raíz
de los hechos con carácter práctico.
Ut
supra las razones que es lo que Toulmin llamo Grounds son los motivos,
supuestos de hecho de la ley aplicable al caso, sería el porqué el niño debe
ser aceptado por los lobos y permanecer con vida.
Finalmente
la pretensión el destino del proceder en la argumentación y conclusión
Así fue como Mowgli entró a
formar parte de la manada de lobos de Seeonee.
-Ya saben lo que dice la ley; ya lo saben. ¡Miren bien, lobos!
Y las madres, ansiosas, repetían:
-¡Miren! ¡Miren bien, lobos!
Al cabo, llegó el momento -y a mamá Loba se le erizaron todos los pelos del cuello- en
que papá empujó a "Mowgli, la rana", corno lo llamaban, hacia el centro. Mowgli sc
sentó allí, riendo y jugando con algunos guijarros a los que hacía brillar la luz de la
luna.
Sin levantar la cabeza, que hacía descansar sobre sus patas, Akela continuaba
profiriendo su monótono grito:
-¡Miren bien!
Se elevó un sordo rugido detrás de las rocas. Era la voz de Shere Khan que gritaba a su
vez:
-Ese cachorro es mío; debéis dármelo. ¿Qué tiene que ver el Pueblo Libre con un
cachorro humano?
Akela ni siquiera movió las orejas. Se limitó a decir:
-¡Miren bien, lobos! ¿Qué le importan al Pueblo Libre los mandatos de cualquiera que
no sea el mismo pueblo? ¡Miren bien!
Se elevó un coro de gruñidos. Un lobo joven, de unos cuatro años, recogió la pregunta
de Shere Khan, y se dirigió de nuevo a Akela:
-¿Qué tiene que ver el Pueblo Libre con un cachorro humano?
Ahora bien: la ley de la selva ordena que, en caso de ponerse en tela de juicio el derecho
que un cachorro tiene a ser admitido por la manada, deberán defenderlo, a lo menos, dos
miembros de ésta, que no sean su padre o su madre.
-¿Quién alza la voz en favor de este cachorro? -interrogó Akela-. ¿Quién, de los que
pertenecen al Pueblo Libre, habla en favor suyo?
Nadie respondía, y mamá Loba se preparó para lo que ya sabía ella que sería su última
pelea, si era preciso llegar al terreno de la lucha.
Pero entonces, Baloo, único animal de otra especie a quien se le permite tomar parte en
el Consejo de la manada; Baloo, el soñoliento oso pardo que alecciona a los lobatos la
ley de la selva; el viejo Baloo, que va y viene por donde quiere porque su alimento se
compone sólo de nueces, raíces y miel, se levantó en dos patas y gruño:
-¿El cachorro humano?... ¡Yo hablo en favor del cachorro! No puede hacernos ningún
mal. No soy elocuente, pero digo la verdad. Que corra con la manada y que se le cuente
como uno de tantos. Yo seré su maestro.
-Ahora necesitamos que hable otro en su favor -dijo Akela-. Ya habló Baloo, el cual es
maestro de nuestros lobatos. ¿Quién quiere hablar además de él?
Se movió hacia el círculo una sombra negra. Era Bagheera, la pantera, toda ella de un
color negro de tinta, pero ostentaba marcas en su piel, propias de su especie, las cuales,
según como incidiera en ellas la luz, parecían las aguas de ciertas telas de seda. Todo el
mundo conocía a Bagheera; nadie osaba atravesarse en su camino, porque era tan astuta
como Tabaqui, tan audaz como el búfalo salvaje y tan sin freno como un elefante
herido. Con todo, su voz era suave como la miel silvestre que se desprende gota a gota
de un árbol y su piel era más fina que el plumón.
-¡Akela -dijo en un susurro-, y ustedes, Pueblo Libre! Yo no tengo derecho, cierto, de
mezclarme en esta asamblea. Mas la ley de la selva dice que si surge alguna duda, no
relacionada con alguna muerte, tocante a un nuevo cachorro, la vida de éste puede
comprarse por un precio estipulado. La ley, por último, no dice quién puede o quién no
puede pagar ese precio. ¿Es cierto lo que digo?
-¡Muy bien! ¡Muy bien! -dijeron a coro los lobos más jóvenes, hambrientos siempre-.
¡Que hable Bagheera! El cachorro puede comprarse mediante un precio estipulado. Así
lo dice la ley.
-Como sé que no me asiste el derecho de hablar aquí, pido el permiso de ustedes para
hacerlo.
-¡Bueno! ¡Habla! -gritaron a la vez veinte voces.
-Es una vergüenza matar a un cachorro desnudo. Por lo demás, puede ser muy útil para
ustedes en la caza, cuando sea mayor. Ya Baloo habló en su defensa. Pues bien: a lo que
él dijo, añadiré yo la oferta de un toro cebado, acabado de matar a poca distancia de
aquí, si aceptan al cachorro humano de acuerdo con lo que dice la ley. ¿Hay algo qué
objetar?
Elevóse un clamor de docenas de voces que decían:
-¡Qué importa! Ya morirá cuando lleguen las lluvias del invierno; ya le abrasarán vivo
los rayos del sol. Una rana desnuda como ésta, ¿en qué puede perjudicarnos? Dejémosle
que se junte a la manada. ¿Dónde está el toro, Bagheera? ¡Aceptémoslo!.
Y se escuchó entonces el profundo ladrido de Akela que advertía:
-¡Mírenlo bien, mírenlo bien, lobos!
Estaba Mowgli tan entretenido jugando con los guijarros, que no observó que aquéllos
se le acercaban uno a uno y lo miraban atentamente.
Descendieron al cabo todos de la colina en busca del toro muerto, exceptuando sólo a
Akela, Bagheera, Baloo y los lobos de Mowgli.
Entre las sombras de la noche, rugía aún Shere Khan, furioso por no haber logrado que
le entregaran a Mowgli.
-¡Ea! ¡Ruge, ruge cuanto quieras! -díjole Bagheera en sus propias barbas-, O yo no
conozco nada a los hombres, o llegará el día en que esa cosa que está allí tan desnuda le
hará a su merced rugir en muy distinto tono.
-Hicimos bien -observó Akela-. Los hombres y sus cachorros saben mucho. Con el
tiempo, podrá ayudarnos.
-Ciertamente... Puede ser nuestro apoyo, en caso necesario, porque nadie debe forjarse
la ilusión de ser siempre director de la manada -respondió Bagheera.
Akela permaneció mudo... Pensaba en aquel tiempo que fatalmente llega para todo jefe
de manada, cuando sus fuerzas lo abandonan, cuando se siente más débil cada día, hasta
que, al fin, los otros lobos lo matan y viene un nuevo jefe a ocupar su puesto... para que
a su vez lo maten también, cuando le llegue el turno.
-Llévatelo -le dijo a papá Lobo y adiéstralo en todo aquello que debe saber quien
pertenece al Pueblo Libre.
Así fue como Mowgli entró a formar parte de la manada de lobos de Seeonee, y el
rescate por su vida fue un toro, y Baloo fue su defensor.
Ahora debemos contentarnos con saltar diez u once años y con adivinar la maravillosa
vida que Mowgli llevó entre los lobos; si tuviéramos que escribirla, sólo Dios sabe los
libros que llenaría.
Creció junto con los lobatos, aunque, por supuesto, antes de que él hubiera salido de la
primera infancia, ellos ya eran lobos hechos y derechos. Papá Lobo le enseñó su oficio y
el significado de todo lo que en la selva había, hasta que cada ruido bajo la hierba, cada
tibio soplo del vientecillo de la noche, cada nota lanzada por el búho sobre su cabeza,
cada rumor que producen los murciélagos al arañar cuando descansan durante un
momento en un árbol, y cada ruidillo que causa el pez al saltar en una balsa significaron
para él tanto como significa el trabajo en la oficina para el hombre de negocios. Cuando
no estaba aprendiendo algo, se sentaba a tomar el sol o dormía; luego, a comer y a
dormir de nuevo. Cuando sentía necesidad de lavarse o le molestaba el calor, íbase a